sábado, 30 de marzo de 2013

La muerte y el Heavy Metal







La muerte es un producto que vende. Es un gran negocio. Bien de forma directa, porque genera dinero con sepelios o bien de forma indirecta, como un mercado comercializado de diferentes formas.
En la actualidad, el ejemplo más claro de comercialización podría ser el fenómeno zombie, que si bien hasta hace unos años era un subproducto para un mercado muy reducido, gracias a grandes producciones de cine, ha visto incrementado el mercado hasta el punto de hacer una serie temática: “The walking dead”.

Una serie que, por cierto, sigo con asiduidad.
Mi pasión por el fenómeno zombie empezó cuando ví la primera película del género. La noche de los muertos vivientes llamó mi atención desde el primer instante. Lo que no consigo recordar es si me inicié con la original de George A. Romero o lo hice con el remake de Tom Savini. Ambas me gustan por igual, aunque tal vez la original sea la cinta más mítica.
Al margen del contenido como género de terror, la crítica social que tiene me parece fascinante.
La más reciente comedia “Zombies party” (Shawn of the dead) me pareció una fantástica adaptación hacia unos derroteros más distendidos, aunque con mayor contenido aún en crítica social.

La asociación entre muerte y Heavy Metal está ligada prácticamente por definición, como quien dice.
Es una fuente de inspiración casi interminable para portadas, letras, discos, nombres de grupos, etc. Incluso hay un subgénero que de forma expresa fue bautizado como Death Metal, proyectando en dicha subcultura una fuente de inspiración muy delimitada y concreta.

La lista de formaciones asociadas a este género es una competición por ser la más controvertida. Aunque la técnica musical siempre es el adalid principal y al final es el detonante para que una banda realmente triunfe, tener una portada censurada siempre es un aliciente para que los seguidores se interesen por el grupo. La ilustración más retorcida siempre es la más laureada y, como poco, goza de unos minutos de gloria y consigue repercusión. El contexto más morboso siempre es el que al final se lleva la reprimenda de las asociaciones más conservadoras y, por tanto, la más comentada entre las hordas de seguidores. Para ello hay dos tipos de reclamo: el realismo y la ciencia ficción. En ambas hay gran carga emocional, aunque la diferencia está en que uno es una imagen real y ajena completamente a la música y la otra sólo expresa ideas que jamás podrían llegarse a materializar y que por lo general son concebidas de forma exclusiva para adornar el contenido del disco. En el primero de los casos, la realidad simplemente supera a la ficción. Los sucesos horribles nos acompañan en nuestro día a día. No se puede culpar al mensajero. Y en el segundo, sencillamente las ilustraciones son un reflejo de lo que inspira el contenido del disco.

Como fuente inspiración tiene la capacidad de poder mutar, transformarse o asociarse a otros conceptos, como la religión. De este modo hay otros subgéneros estrechamente ligados a la muerte, como son el Black Metal o el Blackened Death Metal, donde la muerte y la religión crean un vínculo en el que el trasfondo se difumina y se crea un nexo entre la vida, la muerte y el culto. De forma social y antropológica se perpetúa el contexto de deidad y muerte, pero desde un plano más filosófico que dogmático. La razón se impone a la religión, aunque reconociendo de forma racional que la muerte es el fin de la vida y que el Hombre necesita explorar lo desconocido.


Hasta aquí todo seguidor estará de acuerdo conmigo:
La muerte forma parte del Heavy Metal de forma muy estrecha. Si hay voces que afirman que el Heavy Metal es como una religión es porque la búsqueda de la razón y el misterio de la vida se haya muy presente en él. 
La Muerte. 
El principio de todo fin y el final de todo principio. La inexorable y carismática presencia de la mujer de negro. ¿Acaso no son las religiones una canalización de ese miedo tan primario a lo desconocido como es la muerte? ¿Acaso las religiones no basan su principal dogma en saciar el miedo irracional de los feligreses al más allá que los atormenta desde el día que nacen?
No hay una respuesta absoluta a la pregunta. De ahí que sintamos la necesidad de aferrarnos a algo tangible que de respuesta a lo intangible.

El Metal Gótico o Gothic Metal también tiene una evidente inspiración por la muerte. De hecho, el mismo nombre está asociado directamente al romanticismo. El verdadero.
Más piadoso y dulce en sus formas, adornado con melodías más agradables que cortejen y edulcoren el momento temido por el oyente. El fin es el mismo que el Death Metal, pero el camino es distinto, aunque en algunos puntos del viaje se pueden cruzar o entrelazar.

El matiz fundamental está en el error que suele cometerse al prejuzgar esa pasión por lo oscuro que hay en el más allá. Generalmente desde el exterior se suele tildar, tanto a los seguidores como a los hacedores, de gente morbosa y retorcida: sociópatas y psicópatas al borde del suicidio social que buscan (o buscamos) en la muerte una herramienta para intimidar y realizar vulgares muestras de fuerza e provocación.

Esos reproches han llegado en innumerables ocasiones precisamente desde púlpitos, situados en iglesias centenarias ataviadas con sus arcos ojivales, rosetones y esculturas cargadas de imágenes terroríficas, sin duda destinadas a atormentar a cualquiera que se atreviese a mirarlas fijamente.
Tal vez todos estos años de reproches han sido en realidad intentos por conservar su propio negocio y su propia campaña de márqueting y finalmente han desistido en explotar o, al menos dejar de hacerlo en exclusiva, lo que en realidad nunca les ha pertenecido.

La gente ya no quiere que se le inculque miedo. La gente quiere respuestas para saciar su curiosidad y al no conseguir la certeza como réplica, necesita apaciguar su frustración con algo más que temor al castigo.


En la calle no se llega a comprender que la pasión que hay en el Heavy Metal por la muerte está basada en los mismos preceptos que hay en las religiones. La muerte no nos es en absoluto algo ajeno, sino que somos extremadamente sensibles a ella. De hecho, nuestra cercana forma de rodearnos y acompañarnos por imágenes sombrías es el modo más sencillo y directo de acercarnos con respeto a ese fatídico momento que todos tememos. Simplemente, nuestra forma de abordar el tema es más terrenal que divino. Explícito: directo.
No somos en absoluto indiferentes al dolor, a la miseria o al sufrimiento humano. Sólo alejamos los fantasmas precisamente hablando de ellos.
Negar lo evidente no es la forma madura de afrontar un problema o una situación incómoda. Tal vez una terapia de choque sea una forma demasiado visceral para aprender a convivir con algo que te atormenta, en cierto modo, pero taparse los ojos y fingir su ausencia no es en absoluto una solución.

Así mismo, la afición por el cine de terror podría asociarse perfectamente en esta exposición, ya que encaja en el aspecto antropológico de lo que aquí intento expresar.
Sentirme atraído por actos de extrema violencia, catástrofes o accidentes, poco se asemeja con el placer de ver imágenes reales de sufrimiento... Es lo opuesto.
Hay que diferenciar lo divino de lo terrenal, la teoría de la práctica y la curiosidad del morbo.
Sin duda tiene que haber un ápice de curiosidad en el estudio de la medicina forense y sin duda que así empezó, estigmatizada por los mismos que saciaban su morbo, esta vez sí, inventando torturas para los acusados de prácticas, a sus ojos, deleznables. El ser humano es así.
Lo único que nos hace iguales es, precisamente, la muerte.

Mucho se ha escrito sobre los detonantes a la hora de juzgar los crímenes. Hay un sinfín de casos en los que el Heavy Metal o el Rock han tenido un papel muy importante a la hora de determinar los motivos que conducen a una persona a cometer atrocidades.
Desde el principio de la música Rock y el Heavy se ha tratado de estigmatizar a los músicos y a esta música porque se la acusa de “incitar” a la violencia o ha salido a la luz que un determinado criminal solía escuchar algún grupo en concreto.
Los casos en los que la música se ha visto involucrada como incitadores son ilimitados. Tal vez los más conocidos sean los casos de Ozzy Osbourne, Judas Priest, Marilyn Manson, Metallica o Slayer…
Por otro lado, sí que es cierto que en el Heavy Metal y sobretodo en subgéneros más extremos como el Black Metal y el Death Metal, los episodios violentos en los que los protagonistas son los propios músicos, son bien conocidos.
En ambos casos, lo que es evidente es que hay que diferenciar entre cometer un delito y que te acusen de incitador. Utilizar la violencia como catalizador social y que se malinterprete, no es culpa del músico. Los crímenes los cometen perturbados mentales y hay que buscar la raíz del problema desde lo evidente. No se puede acusar al Heavy Metal cuando un seguidor comete un crimen. Bajo ese paradigma, habría que realizar un estudio sobre qué gustos musicales tiene un acusado siempre que se le vaya a juzgar. Nunca trasciende que alguien escuche Mozart o Verdi, pero sí su pasión por Cannibal Corpse u otras bandas.
Se mire por donde se mire, no tiene ningún sentido. Que un perturbado afirme haber escuchado la voz de Dios y que éste le obligaba a cometer un acto determinado no significa que, no digo ya que sea una evidencia de la existencia de una deidad, sino que se le pueda culpar como agitador...

Describir actos de violencia en las letras de algunas canciones es un signo de adoración por lo macabro, pero como una manera de purgar y ahuyentar los miedos más básicos de las personas, compartiendo y haciendo partícipe a otros de ese miedo. Nadie mentalmente sano se siente atraído por el sufrimiento ajeno. La necesidad de retratarlo es una manera de alejar el miedo a ese sufrimiento.
¿Cuál es el motivo para seguir viendo el telediario todos los días? ¿Realmente necesitamos estar informados con imágenes explícitas? 
Este es un tema muy controvertido y que en realidad se alejaría del hilo que estoy exponiendo, aunque lo cierto es que, si hay un nexo, es sin duda el hecho de que seguimos viendo el telediario a sabiendas de que el contenido dista mucho de ser agradable. ¿A caso lo necesitamos?
Por otro lado y volviendo a lo que teorizaba antes: ¿Los periodistas son morbosos?

Lo que he aprendido en todos estos años de calaveras es que en absoluto me considero una persona poco sensible, sino todo lo contrario. Y en mis años de “estudio” me he dado cuenta de que, precisamente los seguidores del Heavy Metal, somos tal vez incluso más sensibles. No puedo decir que seamos “más” sensibles por el hecho de escuchar un determinado tipo de música, pero sí que estoy en una posición privilegiada para aseverar que somos sensibles.
La muerte es un escudo invisible que nos dota de la protección necesaria para ahuyentar la amenaza de gente insensible, tal vez. Y la mejor forma de mantener alejada a la gente es con miedo. Y no hay nada más aterrador que alguien te recuerde que, algún día, todo acabará.


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